miércoles, 31 de marzo de 2010

Cuando mi vida tomaba rumbo...

Todo parecía ir bien. Era un día normal, con mi madrugón matinal y su correspondiente corre-corre para coger la guagua e ir a rehabilitación. La rutina se desarrollaba con la normalidad que la caracteriza. Hoy me tocaba ir a la cita con la traumátologa (que ya había comentado en otras entradas) para ver si me quitaban la férula de escayola o me mandaban más tiempo. 

Mientras estaba en la sala de espera pasó lo que menos me podía esperar. Una simple llamada de teléfono. Cuando noté la vibración del móvil pensaba que sería por trabajo, hubiera sido lo normal por la hora que era. Rebusqué en el bolsillo con la única mano que puedo usar al cien por cien y miré la pantalla. Un número fijo de las afueras, de mi zona. No sabía quién era y respondí. Dichoso el momento en el que descolgué el teléfono...

- ¿Si? Buenos días - dije.
- Hola... - sonó en tono tímido.
- ¿Si? Buenos días, ¿Quién es?
- Hola Aitor. Mira, ¿Estás en tu casa?
(Reconocí su voz)
- No. Estoy, en la sala de espera del hospital. - no dije qué hospital, no venía a cuento.
- ¿Qué estás? ¿Ingresado?
- No, no. Es para ver si me quitan el yeso o me mandan más tiempo.
- ¡Ah! Vale. Era para que me dieses los papeles. - (nóminas y alguna cosa más)
- No sé dónde están. 
- ¿Esta tarde estarás en tu casa?
- No - ya había quedado con un amigo para ir a ver el parido de baloncesto así que tenía planes.
- ¿Y mañana?
- No lo sé. Trabajo.
- Pues mañana me paso para recogerlos ¿vale? Bueno, "ciao".
(Y colgó)

Treinta y ocho segundos de conversación bastaron para que el dolor de estómago que tanto odio apareciera de nuevo. Me entró un nerviosismo extraño. Esos espasmos no me habían pasado nunca. No pude parar quieto en la sala de espera. Las tres horas que pasé entre radiografías y consultas se me hicieron eternas.

Llegué a mi casa y me puse a trabajar. Justo veinte minutos antes de que saliera hacia la parada de guaguas sonó el timbre. Cuando abrí la puerta la vi. Allí estaba con su uniforme del trabajo, delante de mí. No recuerdo cómo estaba peinada, ni recuerdo su cara... He conseguido que esas imágenes pasen directamente de mi retina a la papelera de reciclaje de mi cerebro. Llevaba una bolsa en la mano. Me pidió los documentos. No había tenido tiempo de buscarlos por lo que no sabía dónde estaban. Con tono prepotente me exigió que los tuviera preparados para mañana y me entregó la bolsa yéndose hacía un Golf GTI que había aparcado justo enfrente.

En ese instante tenía un peso comprimido en el pecho, un peso que me hacía preguntarme por qué había venido con su novio y, sobre todo, por qué había aparcado su coche delante de mi casa. Ya no me tiene consideración. Me pareció una total falta de respeto. Y no es la primera vez que lo hace... con su expareja ya hizo lo mismo hace un año y medio.

Entré a mi casa con premura porque la guagua estaba a punto de pasar. Abrí la bolsa y... me derrumbé. Una foto tamaño DIN-A4 en blanco y negro de nosotros felices (no recuerdo habérsela dado). Un libro que le había prestado en el instituto para Lengua, y que contenía todas las fotos que ella poseía de mí, y un poema. Quizás lo publique algún día. Lo más que me dolió es que me devolviese a Bleu. Es un peluche del monstruo de las galletas que le regalé hace ya cuatro años. Significa muchísimo para mí, expresaba todo mi amor por ella... también incluía un par de CDs que no sé por qué tenía y una muestra de perfume al fondo de la bolsa. El perfume que la caracteriza. La fragancia que cada vez que huelo me transporta a todos los buenos momentos que pasé con ella.

Quizás lo hizo queriendo... quizás no sabía que eso estaba ahí... ¿Quién sabe? Yo me limito a plantearme las posibles variantes de esta historia que me ha afectado tanto.

No pude pensar mucho ya que salí corriendo y cogí la guagua de milagro. Ya en el CID pude desahogarme un poco con mi amigo y sacar algunas lágrimas que aun estaban guardadas.Pude disfrutar del partido y volver a mi casa fastidiado por la derrota del equipo.

Me siento aliviado. Necesitaba escribir lo que me había pasado hoy. Saquen sus propias conclusiones y compártanlas conmigo. Me gustaría saber qué opinan sobre esto.

No sé si debería darle los papeles... no sé si quiera si debo buscarlos. ¿Se merece que la ayude con esto después de todo lo que me ha hecho?

P.D.- Ojalá esta noche no viaje de nuevo al colegio del áula 99. Me tiembla la mano desde esta mañana... no sé por qué...

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